«La denominación de Origen Montilla-Moriles está en la senda correcta, y aún cuando otras Denominaciones nos llevan cierta ventaja, a medio plazo viviremos buenos momentos, de hecho , lo mejor está por llegar».
Con estas o muy parecidas palabras terminó Enrique Garrido, gerente del Consejo, su didáctica a la vez que compleja conferencia sobre el Consejo Regulador como garante de Calidad en el «ciclo de conferencias que se viene desarrollando sobre Montilla-Moriles en clave de futuro».
La evolución histórica del concepto Denominación de Origen, es paralela y consustancial a la propia evolución y mejora de los sistemas de control de calidad. Si tuviéramos que establecer tres hitos en esta evolución conjunta de ambos fenómenos, podríamos decir que:
- en un primer momento es la procedencia exclusivamente geográfica la que determina una Denominación de Origen (Organización Internacional de la Viña y el Vino, OIV 1947).
- un segundo momento es cuando empieza a reconocerse el papel del factor humano y su intervención sobre un territorio determinado, en las formas de producir y proceder (Arreglo de Lisboa 1958).
- y por fin, cuando además de procedencia geográfica y factor humano todo el proceso productivo y comercializador empieza a «ordenarse con sistemas de Control de Calidad y Trazabilidad» (UE/ANDALUCÍA, 2007 y posterior Ley 2/2011 de Andalucía).
Los Consejos Reguladores han surgido y evolucionado paralelamente con este concepto de Denominación de Origen. El Consejo de Montilla-Moriles se funda en 1945, con Manuel Santaolalla como primer presidente, si bien desde 1933 la zona ya había sido reconocida como Denominación de Origen junto con las otras cuatro pioneras de nuestro país: Rioja, Jerez, Málaga, y Priorato.
Y, de considerar a mediados del siglo pasado, un «fino como un vino amarillo de unos 15º producido en una geográfica determinada del sur de Córdoba y procedente de uva px» hemos pasado a clarificar y tipificar en paneles de cata muy definidos todas las características organolépticas, y a establecer control sobre:
- el viñedo y la vendimia;
- la elaboración y certificación de los vinos sometidos a calificación;
- los diferentes procesos de envejecimiento;
- y todo el proceso de envasado y comercialización.
Agricultores, cooperativistas y bodegueros, unidos en sus intereseses de producción y comercialización, encuentran en esta «función» de control de calidad del Consejo Regulador un plus difícil de satisfacer por cuenta propia. Ello desde luego induciría a otra filosofía productiva. El futuro pasa por ahí: unidad de acción, compromiso de calidad y visión de futuro. Pasos se están dando y, creo, que bien. La nueva Fundación de Control de Calidad Agroalimentaria de Andalucía (FCAA) es ejemplo de las dos primeras premisas. Los nuevos sistemas de información geográfica de parcelas y rendimientos (SIG) en desarrollo, o la»huella ambiental», de la que aún sabemos poco, unida a la trazabilidad, forman más bien parte de la tercera.
Todos estos aspectos y muchos más creí entender de la ponencia tremendamente didáctica que Enrique Garrido, gerente del Consejo Regulador, tuvo el gusto de ofrecernos.
Texto: Joaquín Morales