Los tesoros de Toro Albalá y un empujoncito «parker», dos clave…s, para el éxito

Datan los orígenes de las bodegas Toro Albalá,  en Aguilar de la Frontera (Córdoba) allá por 1715, y se considera (con sus discusiones) la segunda bodega más antigua después de Alvear. Su ubicación actual es de 1922, y su sede una antigua central eléctrica, hecho que ha determinado mucho el nombre de los productos de su «marca», pues… ¿quién no conoce el vino fino «eléctrico» y su famoso envase en forma de bombilla?. Es su vino más conocido, de tono verdoso, «dicen que por la unión de las raíces de la vid con el olivo» (como le gusta recordar a José Mª Raya Trigo, su Director Comercial, en sus presentaciones).

Frases como «dame un calambrazo» o «cuántos voltios tiene este vino?» se han hecho populares en las tabernas con referencia a este vino.

La procedencia de sus caldos es de los pagos que la bodega posee entre esos 10 magníficos km que hay entre Aguilar de la Frontera y Moriles, donde el terreno se eleva más sobre el nivel del mar, y lo que les ha conferido a esos pagos el sobrenombre de «moriles alto».

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Sin embargo, el determinante de su expresión actual como moderna empresa se produce cuando en 2013 Robert Parker, conocidísimo gurú en el mundo del vino, da 100 puntos parker (lo máximo) en su revista «wine advocate« a un vino dulce realmente excepcional de Bodegas Toro Albalá: Don PX Convento Selección 1946.

De hecho, sus bodegas hoy son muy conocidas en todo el mundo por sus vinos dulces, de la variedad de uva Pedro Ximénez, de la que se dice (no sabemos si con mucho rigor) fue traída de orillas del Rhin por un capitán llamado Peter Xiemens (PX), que huyendo de Flandes en el siglo XVI, acabó por estas tierras. Hemos tenido ocasión de probar tres joyas de barricas estáticas de PX, de 1965 (97 puntos Parker), de 1955 y de 1929. Sencillamente extraordinarios. Una de sus características es su alta concentración de azúcar: hasta 450 gramos por litro cuando lo normal oscila entre los 160 y 250 gramos. Estos «tesoros» sin duda los puso a buen recaudo Don Antonio Sánchez Romero, que a sus 82 años sigue al frente de su bodega, eso sí, con la ayuda de sus cinco hijos y un extraordinario equipo de profesionales.

Sus amontillados son otro gran tesoro, concretamente hablamos del solera 1922 y la reliquia de 1951, en este último caso un vino sin refrescar, al margen del sistema de criaderas. Sus éxitos a partir de las nominaciones Parker los han llevado a exportar hasta el 70% de su producción a sitios de todo el mundo y tienen actualmente delegaciones en Hong Kong, Berlín y Miami.

La presentación de sus botellas es espectacular, con su etiquetado artesano de madera. En ellas, el número de serie de la botella y la barrica detallan el esmero con el que todo se trata en esta marca. Se puede decir que, al igual que para tener «suerte en la lotería tienes que comprar», en este caso cuando te tocó la varita Parker es porque había unos tesoros trabajados con mucho oficio y esmero, esperando a ser descubiertos. Resultado: éxito empresarial incuestionable.

Bodegas Toro Albalá

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