Sobre tabernas y «piqueras»

Según el diccionario de la Real Academia, piquera es una palabra femenina que procede de pico y que tiene varias acepciones:

• agujero pequeño en las colmenas para que las abejas entren o salgan
• agujero en los frentes de toneles y alambiques para que pueda salir el líquido
• agujero en la parte inferior de los hornos para salida del metal fundido
• canutillo en la mecha de encender
• herida en las carnes
ventana o rompimiento hecho en la pared de un jaraíz o lagar que da a la calle, para descargar por el los carros de uva

En el mundo de las tabernas sin embargo el cocepto de «piquera» es, digamos, adoptado y «rellenado» de contenido, adquiriendo su propio sentido. Encontramos una historia preciosa en un post de 2011 en el blog Calle Ancha, del profesor de Historia de la Universidad de Cádiz Alberto Ramos Santana, a saber:

No era un capricho, era una necesidad. Un periódico del siglo XVIII, Diario Pinciano, publicaba el 12 abril de 1788 un bando de la Chancillería de Valladolid que recogía las normas por las que habían de regirse las tabernas. Se ordenaba el cierre a las 9 de la noche hasta el 15 de abril, y desde esa fecha hasta el 15 de Octubre se ampliaba el horario una hora más; pero se estableció que si después de esas horas «fuese algún vecino a buscar vino por alguna necesidad urgente, se lo deben dar, con tal que sea por ventana, o reja, que debe haber para estos casos», añadiendo que «después del toque de oraciones, ninguno se detenga en las Tabernas más que el preciso tiempo de comprar el Vino» y también se estipulaba que en las puertas de las tabernas debía haber un farol mientras estuviesen abiertas de noche.

Para esos «servicios especiales y de guardia a modo de botica» y para vender vino a las mujeres, que por esas fechas más bien no podían -que no querían- entrar en las tabernas, surgieron las piqueras, ventanucos en las casapuertas o zaguanes, por donde se despachaba el vino, y que se conservan aún hoy en algunas tabernas cordobesas, si bien afortunadamente sólo como elemento arquitectónico curioso, lejos ya de ese sentido discriminatorio  y de exclusión, del todo injusto, de la sociedad que imperaba en esos momentos.

 

Hay constancia, según el autor del artículo mencionado, que también las había, por ejemplo, en Cádiz. Pero parece que era algo muy consustancial a la taberna cordobesa. De hecho buscando documentación sobre piqueras con ese sentido de «separación», hacia la calle o en zaguanes, sólo hemos conseguido encontrar, de momento, en Córdoba. En cordobapedia podemos leer:

En el portal de las tabernas clásicas existía la piquera, una pequeña ventana encristalada, como una cratícula monjil, por donde se servía directamente a la reducida pieza del portal. Estaba en algunos edificios al paso entre la entrada y patio con habitaciones de la taberna, lo que no hacía posible la total clandestinidad de aquel que quería ocultar su identidad al resto de los clientes.

La piquera era el único medio de acceder las mujeres a los productos de la taberna sin tener que pasar a la barra. En Córdoba, todavía hasta mediados de la década de los sesenta del pasado siglo estaba muy mal visto que una mujer estuviera alternado en una taberna, concebida como espacio exclusivamente masculino y de vino. Yo he podido comprobar, incluso una década más tarde, como seguía habiendo tabernas de uso exclusivo masculino.

La piquera servía como vínculo de unión con la taberna a toda aquella persona que no podía acceder a su interior. Mujeres y niños no sólo iban a comprar vino, también a dejar recados, como forma de localización y a veces de requerimiento para que el «cabeza de familia» regresase a casa, y no siempre en «el mejor estado». Cuántos niños vimos -cuando no nos tocó a nosotros- ir en esos tiempos en busca del padre a la taberna…

Bien es cierto que su función varió según épocas, lugares y momentos, sirviendo también a veces, a los asiduos a la taberna, en períodos de luto riguroso, para «desahogo de sus penas»; o a modo, como me contaba mi abuelo, de discreto reservado, cuando al hombre lo acompañaba una «querida». Usando la piquera se lograba que la situación no resultara tan evidente para el resto de los parroquianos.

Todo aquello es ya Historia, pero algunos vestigios aún los puedes encontrar dándote un agradable paseo por Córdoba. Dónde las puedes encontrar?

No está mal una mañana de sábado darse un paseo por calle Tundidores y visitar la Taberna Salinas (al lado de la Corredera), de ahí pasando por San Francisco hacia Cardenal González para hacer una paradita en el Mesón el Tablón y finalmente, bordeando la Mezquita, llegar a calle Romero y hacer una última parada, más reposada, en Casa Pepe de la judería

Autor: Joaquín Morales

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