A veces, desde el punto de vista puramente comercial, tengo la impresión que nuestro cata de vino, nuestra copa clásica, termina empequeñeciendo nuestros vinos en la mesa.
Me explico: te plantan en la mesa varias copas, grandes maravillosas, altas… Nuestro catavino queda un poco ridículo, como para algo corto o pasajero. Parece no poder seguir compitiendo con el resto de copas en la comida.
Pregunto a sumiller y enólogos: Es preciso y necesario ese catavino más allá de su, sin duda, belleza y tradición?
Creo que si nuestros vinos se sirvieran fríos, en copas de gran vino, escasos, limpios, brillantes…. Y se promocionarán, en barra y en mesa, como un vino nuestro, que todo viajero debe probar, como se hace en otras tierras, podrían tener mucha mas aceptación.